Los ritos que enlazan la furia
escondida en la rutina
crean un espacio a temporal
que descorre su vuelo cuando se cuelgan
los consabidos atavíos
Allí emerge la estocada , candente
precipitada hacia la carne
dispuesta, receptiva, irreconocible en
la breve penumbra
Entonces se desata un huracán de besos
y caricias
sin ojo que lo gobierne
Llega el alba y con ella la calma
Solo quedan memorias dispersas
Todo vuelve a empezar