SUPLICIO
Cuando salía a escena su presencia resultaba inquietante, su porte obsceno, exhibía un escote exuberante que el apretado corset imponía.
Las palabras que salían de esos labios color naranja desbordado, resultaban perturbadoras para los oídos del público femenino y masculino también.
Cada línea del texto escrito, aunque fuera por el más eximio autor, entonadas con ese susurro áspero desacreditaba el contenido de las frases que su lengua arrastraba con la mirada puesta en el horizonte de las butacas.
Cansados ya, sus compasivos mentores, del fracaso de la taquilla, la llevaron con quimeras, la atraparon en la pantalla del cine y la condenaron al doblaje eterno.
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